sábado, 19 de junio de 2021

Aflicción de Paul Schrader

Llevaba años con ganas de ver Aflicción (1997). Pensaba que seria un drama sobre una familia, tengo en mi retina incrustado el fotograma del cartel donde vemos a Nick Nolte y James Coburn enfrentados en una pelea. Pero me temo que ha sido de las ocasiones en las que las expectativas no se cumplen. 

La trama se inicia mostrando la relación del sheriff Wade Whitehouse de una ciudad de Massachussets con su hija. La historia en una ciudad helada, entiendo que con un invierno durísimo de climatología adversa, con temperaturas gélidas y unas nevadas persistentes durante semanas, que debe esculpir el carácter de cualquiera. Y así, duro, es el protagonista. Los paisajes nevados recuerdan a los de la laureada Fargo, pero aquí no hay espacio para la comedia negra. Es un drama de cochura lenta.

Durante los primeros veinte minutos, vemos la relación entre padre e hija. Hay una secuencia en el coche de camino a una fiesta de disfraces de Halloween. Parece un padre normal, con una hija preadolescente que no quiere ir a la fiesta, a pesar de la insistencia de su padre. Y durante casi todo el metraje se confirma eso, la normalidad de un personaje más o menos gris, como el ambiente donde se desarrolla toda la trama que está basada en la novela de Russell Banks


Otros actores del reparto son Sissy Spacek y Willem Dafoe. Aflicción ganó sendos premios en la Seminci de Valladolid y en los Oscar de 1998. La brillante interpretación de Nick Nolte es lo mejor de la película.  

La difícil relación con un padre violento y alcohólico, interpretado por Coburn, podía haber dado mucho más de si, y en un momento en el que Nolte estalla después de años soportando un padre abusador carece de la fuerza que debería tener para conectar con el espectador y producir alguna emoción. A mí esa secuencia, que es la que da imagen al cartel, me dejó frío. Tantos años intuyendo una secuencia de gran intensidad dramática, un duelo interpretativo entre dos grandes actores que se queda reducido a unos fuegos artificiales con el mute pulsado. 

Los matices que tenía el padre de El príncipe de las mareas (crítica aquí),  un personaje violento con el que, Tom Wingo, tambien interpretado por Nolte, sí que tenía una relación de adulto más poliédrica, caracterizada entre otros sentimientos, por el perdón del hijo hacia el padre. Aquí algo falla para mi gusto en la relación entre ambos. O quizás no falla nada, simplemente es una relación fría como el ambiente en el que se desarrolla todo. 

En el argumento hay una muerte en una cacería de un líder sindical, supuestamente en un accidente, cuya subtrama no mantiene una tensión en los hechos que Nolte va descubriendo sobre una trama de corrupción.  

En conclusión, una película que me ha aburrido por momentos, cuya banda sonora en los primeros acordes de la música, me recuerda poderosamente a otra del maestro Ennio Morricone (Érase una vez en América) una portentosa música que si no la conoce el lector, recomiendo encarecidamente.

 

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