Han pasado 25 años desde que entré en el colegio El Limonar, como el chico nuevo que venía de Granada. Esta mañana fui a ver a mi antigua profesora de historia y no me reconoció. Preguntó, ¿Eres antiguo alumno? ¿O eres padre de alumno? Estaba muy perdida y no me ubicaba. Entonces le dije:
-Vengo a recoger mis notas de 1987.
En ese momento se le iluminó la expresión y tras unos segundos profunció mi nombre ¿Jaime? ¿Eres tu? Pero si estás delgadísimo y muy cambiado. Hablamos un par de minutos y le mostré mi último logro conseguido en forma de novela publicada. Sus palabras lo decían todo. ¡Cómo has progresado! Me dijo que tenemos que hablar, pero sin prisas que la pillaba entregando las notas de fin de curso.
Me ha dado mucho vértigo pensar en aquellos años en los que estudie en El Limonar, con aquellas dos profesoras que dejaron una huella imborrable en el estudiante de quince años que era yo y que llegaba nuevo al colegio: dos profesoras.... la que enseñaba historia mejor que nadie y que enamoraba a más de un alumno, y la de matemáticas, que desde que me trasmitió sus enseñanzas empecé a amar esta asignatura y a darme cuenta que no se me daban nada mal.
Entre lo poco que he podido hablar con mi antigua profesora de historia, me ha dicho que sería interesante tener la novela en el colegio para que la lean los alumnos de bachillerato. Y para mi sería un honor y una alegría indescriptibles, sobre todo, si pudiera compatir algun rato con los alumnos y charlar con ellos de la historia de Corazón de mudanza.