jueves, 15 de noviembre de 2018

Tu hijo, de Miguel Ángel Vivas

Ayer tuvimos oportunidad de ver uno de los últimos estrenos españoles en la cartelera. El thriler psicológico Tu hijo, una historia sobre un cirujano, interpretado con solvencia y maestría por José Coronado,  cuyo hijo ( Pol Monen) recibe una brutal paliza, a la salida de una discoteca,  que lo deja en coma.

Entonces viendo que la policía se queda de brazos cruzados ante la investigación del caso, decide emprender un viaje a los infiernos buscando justicia y venganza. Tu hijo se presentó en el reciente Festival de Valladolid - Seminci. 


La aparición del dueño de la discoteca por el hospital en el que está ingresado su hijo, aumenta la curiosidad del padre y del espectador por conocer más de una trama que va enganchando lentamente adentrándose en en unos terrenos pantanosos, en un camino sin retorno. 

Nos ha gustado la manera de rodar de Vivas, con abundante plano fuera de foco. Lo que al principio parece una historia intimista sobre una familia normal, en apariencia perfecta, compuesta por el matrimonio (formado por Coronado y la siempre creible Ana Wagener) y dos hijos adolescentes, pero el tono y el género pronto se deslizan hacia el cine negro. La música apenas suena, en una historia sobre la desolación de un padre que busca justicia, pero cuando lo hace, lo hace con la fuerza y la belleza de un saxo solista. Como escenario, la ciudad de Sevilla, que ofrece una luz pocas veces disfrutada en la gran pantalla. 
Tu hijo tiene personalidad, tiene alma. No es un thiller al uso, de esos de víctima de una paliza que queda en coma, que aparecen de vez en cuando en los multicines. Tu hijo habla de la falta de justicia, de la violencia incrustada en nuestra sociedad,  habla de la presencia casi permanente en esa violencia en la que nuestros más jóvenes son continuamente protagonistas con el móvil siempre encendido, a menudo grabando y capturando el momento. También habla de la enorme incomunicación entre padres e hijos, de lo poco que los mayores saben sobre sus menores, en conclusión, del abismo intergeneracional. Vivas habla de todo esto, de una forma desafectada, sin dar un discurso moralista, ni posicionarse en un lado en en otro. 
Un ejercicio contenido que zarandea al espectador y lo deja pensativo a la salida de la sala de cine. 

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